Algo experiencial
26.02.2021 - 03:39:58 | 3 minutos de leitura
Mons. Fortunato Pablo Urcey | «Algo experiencial» es lo que me piden para el informativo Recoletos Perú. Pues manos a la obra; este encargo me puede servir para dejar de lado las ocupaciones y preocupaciones varias, suscitadas tanto en la prelatura de Chota, como en la diócesis de Cajamarca y en Cáritas del Perú. Pluriempleo.
Una entradilla variopinta me ha salido, y es que no voy a entrar en el análisis de todo lo que comporta el asunto delicado y doloroso de la pandemia que sigue sembrando dolor, también en Chota, Cutervo y el resto de provincias de Cajamarca. Seguro que en la publicación para la que escribo aparece gran cantidad de veces la referencia al Covid–19. También las experiencias que relato tienen que ver con él–¿ella? Esperamos vencerlo, aunque no sepamos si es más correcto el masculino que el femenino.
Vamos con lo experiencial. Advierto que voy a espigar lo que tiene carácter positivo, aunque no todas las anécdotas hayan surgido en la porción del Pueblo de Dios que me toca pastorear.
Un primer gesto positivo pude apreciarlo en Chota. Un grupo de personas del campo se organizan para traer 28 quintales de papa y los ponen a disposición de Cáritas. Otro gesto del mismo talante es el de un vecino en Cajamarca que llama al padre Johan, secretario de Cáritas, para decirle que apoyen a una familia pobre que él conoce. También es muy positiva la actitud del viejecito que ofrece su ventilador mecánico a un joven… Este gesto me hizo recordar, me trajo al corazón, la actitud nada menos que de san Maximiliano Kolbe, que cambio de lugar en la fila, porque prefirió que lo ejecutaran a él y no a un padre de familia.
También es cierto y lamentable que haya gestos deplorables, que lo son más en estos momentos de pandemia. Ustedes los conocen. No los imiten nunca.
Volviendo al plano de lo experiencial, tengo que hablar del camino de Chota a Cajamarca. Los primeros meses, con muchas hojas de la agenda en blanco, ni siquiera lo toqué. Poco a poco, y siempre con precaución, fui «sacando los pies de las alforjas» para atender compromisos en Magdalena, Baños del Inca, San Marcos, Cajabamba y en la capital de departamento, Cajamarca.
Trabajo no ha faltado: videoconferencias del Directorio de Cáritas del Perú, de la Conferencia episcopal, del Clero diocesano, tanto de Chota como de Cajamarca; eucaristía dominical, también en forma virtual, predicando a las bancas vacías, lo cual supone una dificultad añadida, porque no es lo mismo… Hemos de agradecer a los medios de comunicación, especialmente a Santa Mónica Radio y a Católica Radio María la oportunidad que nos brindan para llegar a los fieles con el Pan de la Palabra, aunque durante largos meses sin el Pan partido y tierno de la Eucaristía. Desde comienzos de noviembre ya nos han permitido abrir las puertas de las iglesias y capillas con ciertas limitaciones. Y ahora sí nos damos cuenta de si los fieles nos siguen o no en la homilía.
Considero muy importante no interpretar esta crisis humanitaria como castigo de Dios. «Diosito no castiga». Nos ha hecho libres. Son las primeras palabras inspiradas de nuestro Himno Patrio: «Somos libres, seámoslo siempre». Y cuando empleamos mal la libertad, cuando organizamos la vida y el mundo al margen de Dios, cuando desbaratamos la casa común, haciendo caso omiso de las advertencias del Papa Francisco en Laudato si´ y Querida Amazonía, cuando no escuchamos el clamor de los pobres, porque hemos montado la economía mundial sin tenerlos en cuenta… suceden cosas como esta. Todavía no conocemos las causas de la pandemia. Posiblemente no las conozcamos nunca, pero, por favor, no le echemos la culpa a Dios.